¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Una historia que nos refleja más de lo que creemos
¿Te acordás del cuento de “la lechera y el cántaro”? Esa chica que iba al mercado soñando despierta con lo que haría con el dinero de la leche: compraría pollos, después un cerdo, luego una vaca… hasta que tropezó y el cántaro se rompió. Y con él, todos sus planes.
Nos reímos porque es gracioso… pero también es cierto. ¿Cuántas veces hacemos exactamente lo mismo? Planeamos el mañana con tanta seguridad como si tuviéramos todo bajo control. Sin embargo, la carta de Santiago nos frena en seco: “No sabéis lo que será mañana” (Santiago 4:14). Y va más allá: “¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”
La pregunta es directa y desafiante: ¿estamos viviendo como creyentes… o como ateos que no se atreven a declararlo?
Planificar sin Dios no es neutral… es necio
Santiago describe a personas comunes: comerciantes que programan su año, definen fechas, ciudades y ganancias. No están haciendo nada ilegal. No están robando ni mintiendo. El problema no es el plan… es la actitud con la que lo hacen.
Hablan como si ellos fueran dueños del tiempo, de las oportunidades y del éxito. Como si el futuro les perteneciera. Como si Dios no existiera.
Ese es el punto. No es que nieguen a Dios con la boca, pero sí lo hacen con su manera de vivir. Actúan como si Él no tuviera nada que ver con sus decisiones. ¿Y eso cómo se llama? Orgullo. Soberbia. Jactancia. Y Santiago no se guarda nada: dice que eso es malo.
¿Te olvidás que tu vida es frágil?
La Biblia insiste una y otra vez: somos como la hierba, como la flor del campo, como un vapor que se desvanece. Lo dice Isaías (Isaías 40:6-7). Lo canta el salmista (Salmo 103:15-16). Lo repite Santiago (Santiago 1:10-11).
No controlamos el mañana. Una enfermedad, un accidente, una crisis inesperada… y nuestros planes se derrumban como el cántaro de la lechera.
¿Eso nos tiene que paralizar? No. Pero sí nos tiene que ubicar. Nos recuerda que no somos dioses. Que no somos eternos. Que no lo sabemos todo. Pero sobre todo, que no estamos solos.
Dios está en control… y eso es una buena noticia
Saber que no controlamos todo puede dar miedo. Pero saber que hay un Dios que sí lo hace, que es sabio, bueno, poderoso y amoroso, ¡es un alivio!
Dios no es una traba para nuestros planes. Es nuestro Padre. Nos ama. Nos cuida. Y muchas veces, cambiará nuestro camino para guiarnos a algo mejor, aunque en el momento no lo entendamos.
Cuando reconocemos que estamos en sus manos, descansamos. Cuando entregamos nuestros caminos a Él, encontramos dirección. Por eso Santiago dice: “En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.”
“Si Dios quiere” no es una frase mágica
No se trata de decirlo por costumbre, como si fuera un conjuro para que todo salga bien. Se trata de una actitud del corazón. De vivir conscientes de que nuestra vida le pertenece a Dios.
Es tener un corazón rendido a Su voluntad. Es aprender a orar antes de decidir. A buscar consejo en su Palabra. A reconocer que no sabemos todo… pero Él sí.
El pecado de saber lo bueno… y no hacerlo
Santiago cierra con una frase directa: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Si ya entendiste que debés vivir dependiendo de Dios, y aun así seguís actuando como si Él no existiera, estás pecando. No es un detalle. Es grave.
Pecado no es solo hacer lo malo. También es no hacer lo correcto cuando sabés cuál es. Es vivir como si no necesitaras a Dios, aunque digas que creés en Él.
Vivir de rodillas: el ejemplo de Cristo
Jesús, el Hijo de Dios, vivió cada instante sometido a la voluntad del Padre. Oraba, buscaba dirección, se sujetaba al plan de Dios, incluso cuando le costaba. Y si Él, siendo perfecto, vivió así… ¿cuánto más nosotros?
Planificar no está mal. Soñar no está mal. Lo que está mal es vivir como si fuéramos los capitanes absolutos de nuestra vida. Eso es vivir como ateos no declarados.
Y vos… ¿en quién confiás?
Quizás estás leyendo esto y te das cuenta de que vivís sin tener en cuenta a Dios. Tenés proyectos, hacés planes, trabajás duro… pero Dios está ausente en todo eso. Y, si somos honestos, sabés que el futuro es incierto. Podés ganar mucho… o perderlo todo en un instante.
Pero hay algo más importante aún: un día vas a tener que rendir cuentas a Dios. Y si lo ignoraste toda tu vida, ese encuentro será aterrador.
La buena noticia es que todavía hay tiempo. Dios envió a Jesús para salvarte del pecado, del orgullo, de la autosuficiencia. Él murió y resucitó para darte una nueva vida: una vida verdadera, segura, eterna.
Arrepentite. Confiá en Jesús. Entregale tu vida. Descubrí lo que significa vivir seguro… en las manos del Dios eterno.
Cinco maneras prácticas de depender de Dios
- Empezá con oración. Antes de decidir, orá. No importa si es algo grande o chico: buscá la dirección del Señor.
- Buscá en la Palabra. Dios ya habló. Sus principios siguen siendo sabios y verdaderos. No decidas al margen de la Biblia.
- Renunciá al control. Aceptá que no todo va a salir como querés. Y está bien. Dios sabe más que vos, y te ama más de lo que imaginás.
- Preguntate: ¿esto glorifica a Cristo? No hagas cosas solo por ambición o ego. Que tus planes reflejen tu deseo de honrar al Señor.
- Viví con gratitud. Cada nuevo día es un regalo inmerecido. Agradecé, disfrutá, y usá tu vida para la gloria de Dios.