Lectura: Lucas 11:14-26
El Evangelio nos muestra, en este pasaje, a Jesús liberando a un joven de un demonio. Este joven, que estaba enmudecido por el espíritu que lo afligía, al instante comenzó a hablar. Y entonces muchos se maravillaban.
Pero había algunos que no estaban dispuestos a aceptar lo que implica lo que acaban de ver. Estos personajes deciden lanzar una terrible calumnia sobre Jesús:
«Este echa demonios por el poder de Beelzebú (Satanás).»
Jesús conoce sus pensamientos y sus intenciones, y les dice:
«Si yo echo a los demonios por el poder de Beelzebú, aquellos de ustedes que también lo hacen, ¿por el poder de quién están actuando?»
En aquellos días andaban muchos engañando a la gente, haciendo exorcismos más similares a las obras de hechiceros que de siervos de Dios. La mentira que estos predican atestigua contra ellos mismos. Y marca un señalado contraste con Jesús, quien sí tiene el poder y la autoridad de echar fuera a los espíritus.
No solo eso les dice Jesús:
«¿Cómo es posible, si yo vengo de parte de Beelzebú, que me dedique a destruir su obra? ¿Cómo puedo, si es así, tener una mayor autoridad?»
Lo que ellos acaban de presenciar es la evidencia de quién es Jesús, y que ellos no conocen otro poder como el de él.
La obra de Jesús en la vida de quien le conoce produce una verdadera libertad, no es un simple cambio externo (barrer y acomodar algunas cosas). Cuando verdaderamente somos transformados por el Señor nuestro corazón cambia. Cuando la fe de alguien es superficial, volverá a ser como antes era, y aún peor.
La obra de Jesús en la vida de quien le conoce produce una verdadera libertad, no es un simple cambio externo (barrer y acomodar algunas cosas).
Solo Jesús puede cambiarnos verdaderamente. Sólo Él, el Hijo de Dios, tiene el poder y la autoridad para deshacer las obras del enemigo total y definitivamente.
PARA PENSAR: ¿Estamos confiando y buscando a Jesús para que sea Él el que nos transforme, o nos conformamos con una simple barrida? ¿Hay alguien fuera de Jesús que pueda hacer tal cosa como transformar un corazón y liberarlo de esa manera?
¿Estamos confiando y buscando a Jesús para que sea Él el que nos transforme, o nos conformamos con una simple barrida? ¿Hay alguien fuera de Jesús que pueda hacer tal cosa como transformar un corazón y liberarlo de esa manera?